Rubén “El Púas” Olivares: El Ídolo Inolvidable del Boxeo Mexicano
Cuando hablamos de boxeadores legendarios, uno de los primeros nombres que aparece en la mente de los fanáticos es Rubén Olivares, conocido como «El Púas». Si creciste escuchando las historias del boxeo mexicano, seguro sabes que Olivares no solo fue un campeón; fue todo un fenómeno que revolucionó el deporte en los años 60 y 70. Con su estilo agresivo, su pegada brutal y una personalidad carismática que conquistaba a todos, Rubén Olivares se convirtió en un ícono del ring y un héroe del pueblo. ¡Vamos a conocer más de este titán!
Inicios Humildes, Sueños Grandes
Rubén Olivares nació el 14 de enero de 1947 en la Ciudad de México. Al igual que muchos de los grandes campeones, Olivares no nació en la abundancia, sino en un entorno humilde. Desde joven, sabía que el boxeo podía ser su salida para ayudar a su familia y alcanzar sus sueños. Su apodo, «El Púas», viene de su increíble habilidad para clavar los golpes, un nombre que le quedaba como anillo al dedo, considerando el poder que tenía en cada uno de sus puñetazos.
Desde el principio, su determinación era clara. Empezó a boxear desde muy joven en los barrios más duros de la capital mexicana, donde perfeccionó su agresivo estilo de pelea y demostró que tenía un talento innato para el boxeo. El Púas no solo se limitaba a ganar, lo hacía con un estilo que electrizaba a la multitud. Para cuando tenía 17 años, ya era una estrella en ascenso y el mundo del boxeo estaba a punto de presenciar el nacimiento de un campeón.
Dominando los Pesos Gallo
Si hay algo que definió la carrera de Rubén Olivares fue su increíble dominio en la división de peso gallo. A lo largo de su carrera, Olivares se convirtió en dos veces campeón mundial de peso gallo, un logro que lo catapultó al estrellato. Era un boxeador que no solo tenía poder en sus golpes, sino también una increíble resistencia y capacidad para leer a sus oponentes.
En 1969, Rubén alcanzó la cima del mundo del boxeo al ganar su primer título mundial de peso gallo al noquear al británico Lionel Rose en el quinto asalto. Este fue un momento histórico para México, ya que Olivares se convirtió en uno de los boxeadores más jóvenes en ganar un título mundial. El Púas se ganó rápidamente el cariño de los fanáticos por su estilo ofensivo, su corazón indomable y su increíble habilidad para pelear tanto de cerca como de lejos. Olivares no tenía miedo de intercambiar golpes, lo que lo hacía aún más emocionante de ver.
Una Pegada Explosiva
El arma más peligrosa de Rubén Olivares siempre fue su poder de nocaut. Tenía una de las pegadas más temidas en la historia del peso gallo, lo que le permitió acumular un impresionante número de victorias por KO a lo largo de su carrera. De hecho, Olivares es conocido por haber noqueado a la mayoría de sus oponentes en los primeros rounds, lo que lo convirtió en una máquina de nocauts. Su récord es impresionante: de sus 88 victorias, 79 fueron por nocaut, lo que demuestra la potencia que llevaba en sus puños.
¿Te imaginas estar al otro lado del ring con alguien como Olivares? Un solo error, una pequeña abertura, y estabas fuera. Ese poder devastador lo convirtió en una verdadera leyenda en el cuadrilátero. Y aunque su carrera tuvo altibajos, su capacidad para noquear a sus rivales nunca dejó de ser impresionante.
El Carisma del Púas
Pero Rubén Olivares no era solo un gran boxeador, también era un ídolo dentro y fuera del ring. Su carisma y simpatía lo hicieron ganarse el cariño de los mexicanos, que lo veían como un héroe popular. A pesar de sus logros, nunca perdió su toque humilde, algo que siempre resonó con la gente. Era un boxeador que, a pesar de llegar a la cima, nunca olvidó sus raíces.
A lo largo de su carrera, «El Púas» fue conocido por su sonrisa pícara y su actitud desenfadada. No era solo un boxeador, era una estrella mediática. Olivares tuvo una personalidad única que conectaba con la gente de manera genuina. Ya sea que estuviera entrenando o en la calle, siempre tenía una anécdota, una broma o una historia que contar. Esa cercanía y espontaneidad lo convirtió en alguien accesible, alguien con quien el público se identificaba.
Batallas Memorables
Una de las características que definieron a Rubén Olivares fueron las memorables batallas que protagonizó a lo largo de su carrera. Su trilogía con el legendario Rafael Herrera es recordada como una de las mejores series de combates en la historia del boxeo mexicano. La rivalidad entre Olivares y Herrera capturó la atención del público y dividió a los fanáticos, cada uno defendiendo a su favorito.
El primer combate entre ellos, en 1972, resultó en una inesperada victoria para Herrera, quien noqueó a Olivares en el octavo asalto, arrebatándole su título de peso gallo. Este resultado fue un shock para muchos, ya que Olivares llegaba como el claro favorito, pero Herrera se mostró implacable y preparado para hacer historia.
Olivares, como todo guerrero, no se quedó de brazos cruzados. Poco después, volvió a enfrentarse a Herrera en una esperada revancha. En el segundo combate, celebrado meses después, Herrera volvió a demostrar su superioridad, derrotando nuevamente a Olivares en una decisión dividida. Esta pelea fue una muestra del carácter y la resistencia de ambos peleadores, que dejaron todo en el cuadrilátero en una verdadera guerra de estilos.
Finalmente, el tercer combate entre Olivares y Herrera, que se celebró en 1973, fue un punto culminante en la carrera de ambos. Olivares, con el orgullo herido, buscaba una redención definitiva, mientras que Herrera quería consolidarse como el verdugo del «Púas». Esta vez, Olivares consiguió una victoria por decisión unánime, cerrando la trilogía con un marcador de 2-1 a favor de Herrera, pero con Olivares recuperando su lugar como uno de los grandes guerreros del boxeo mexicano.
Además de Herrera, otro rival icónico de Olivares fue Chucho Castillo, con quien también libró épicas batallas. Su segundo combate, conocido como la “Batalla de Culiacán”, en 1970, es recordado por la intensidad y la pasión que ambos boxeadores mostraron en el ring, resultando en una victoria para Olivares y consolidándolo como el rey indiscutido del peso gallo.
Subiendo de Peso y Nuevos Desafíos
Después de dominar la división de peso gallo, Olivares decidió subir a la categoría de peso pluma, buscando nuevos retos y oponentes más grandes. Aunque la transición no fue fácil, demostró ser un boxeador versátil que podía adaptarse a diferentes estilos y divisiones. Su paso a los pesos pluma no fue tan dominante como en los gallos, pero aún así, Rubén logró coronarse como campeón mundial en esta nueva categoría en 1974.
Este título lo ganó al vencer al talentoso Bobby Chacón, en un combate que demostró la inteligencia y experiencia de Olivares para neutralizar a boxeadores más jóvenes y explosivos. Con su victoria sobre Chacón, Olivares demostró que su reinado no se limitaba a una sola categoría, sino que podía seguir siendo competitivo en cualquier escenario.
Una Carrera Larga y Luchas Personales
La carrera de Rubén Olivares fue larga, con sus altos y bajos. A lo largo de sus más de 20 años en el boxeo, tuvo que lidiar con numerosas derrotas y comebacks. Como todo gran campeón, su vida personal también estuvo llena de desafíos. En su lucha fuera del ring, Olivares tuvo que enfrentarse a la fama, el dinero y las tentaciones que venían con ello. Sin embargo, a pesar de los problemas que pudo haber tenido, siempre se le recordará como un peleador con un corazón enorme, que nunca dejó de luchar.
El Legado del Púas
El legado de Rubén Olivares es inmortal. En México, sigue siendo considerado uno de los mejores boxeadores de todos los tiempos, y su impacto en el deporte es innegable. El Púas dejó una huella imborrable en el boxeo mundial, y su estilo de pelea ha inspirado a generaciones de boxeadores que vinieron después de él.
Olivares fue exaltado al Salón de la Fama del Boxeo Internacional en 1991, un reconocimiento más que merecido para uno de los guerreros más feroces que haya pisado un ring. Pero su verdadero legado vive en los corazones de los aficionados que lo vieron pelear, y en los boxeadores jóvenes que sueñan con seguir sus pasos.
Conclusión: El Ícono que Nunca se Apaga
Rubén Olivares no es solo un nombre en la historia del boxeo, es una leyenda viva. Su habilidad, su corazón y su carisma lo convirtieron en un ídolo del deporte y en un héroe para muchos. Hoy en día, sus combates siguen siendo estudiados por aquellos que buscan entender lo que se necesita para ser un campeón. El Púas fue más que un campeón; fue un ejemplo de determinación, pasión y amor por el deporte. ¡El boxeo mexicano nunca lo olvidará!
Foto: Rubén Olivares, Pete Susen, CC BY-SA 2.0, via Wikimedia Commons